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Historia de dos potencias: la fiable Europa y la incierta Estados Unidos separan sus caminos

Las divergencias monetarias, económicas y políticas entre los dos bloques se han acentuado en la era Trump. Mientras el BCE baja tipos a velocidad de crucero, la incertidumbre y las presiones nublan el camino de la Fed

Las banderas de la UE y EE UU, en una ilustración sobre la guerra comercial.
Álvaro Sánchez

Lo dijo Christine Lagarde en mayo de 2023. “El BCE es independiente de la Fed, miramos lo que hacen otros bancos centrales y la economía de EE UU tiene repercusiones en el resto del mundo, pero tenemos nuestro propio objetivo […] No somos dependientes de la Fed”. Sus palabras, en aquel momento, resonaron más como una declaración de intenciones que como algo que de verdad fuera a materializarse. El mundo económico se había acostumbrado a que los dos grandes bancos centrales coincidieran prácticamente siempre en el signo de las políticas monetarias. Con pequeños matices: los estadounidenses solían ser más atrevidos y los europeos más seguidistas.

Los tiempos han cambiado. Y el discurso de la presidenta del BCE ha envejecido bien. Fráncfort ha recortado los tipos de interés ocho veces desde junio del año pasado, reduciéndolos del 4% al 2%, con solo una interrupción en nueve reuniones. Mientras tanto, la Reserva Federal los ha bajado únicamente en tres ocasiones, solo un punto porcentual en el acumulado, del pico del 5,25-5,50%, al 4,25%-4,50% actual. No los ha tocado en los últimos tres encuentros por más que Donald Trump despliegue su arsenal de ataques —el último este mismo viernes—. Y se refiera burlón a su presidente, Jerome Powell, con el apodo de señor Demasiado Tarde entre exigencias de rebajas de tipos de un punto porcentual.

La brecha es patente. El BCE no ha levantado el pie del acelerador porque su diagnóstico es que los aranceles, por su efecto negativo para el crecimiento, y por desviar hacia el continente bienes chinos de bajo coste que ya no irán a EE UU, ayudan a contener la inflación en Europa. Y la Reserva Federal no ha movido ficha en los tipos precisamente por lo contrario: porque teme un repunte de precios por la guerra comercial y necesita más claridad antes de tomar una decisión.

Esas divergencias han sido tradicionalmente fuente de turbulencias, como explica Ángel Talavera, economista jefe para Europa de Oxford Economics. “Se suele argumentar que grandes diferenciales de tipos de interés pueden causar movimientos fuertes del tipo de cambio, que a su vez pueden tener impactos indeseados en la inflación, por lo que movimientos similares coordinados en los tipos ayudan a atenuar la volatilidad”.

Hay precedentes históricos de desajustes monetarios entre Europa y EE UU. Ocurrió a finales de los 60, cuando los alemanes bajaron tipos del 6% al 3,5% entre 1966 y 1969, y la Fed hizo lo contrario por la presión de la guerra de Vietnam sobre sus cuentas, generando una sacudida de los tipos de cambio. O cuando en los 80 Paul Volcker subió tipos en EE UU hasta el 19% para liquidar la inflación tras la crisis petrolera. Más recientemente, en plena Gran Recesión, pasó cuando el BCE fue más lento con los recortes y además cometió dos errores garrafales en 2008 y en 2011 —de la mano de Jean-Claude Trichet— con dos subidas a destiempo que agravaron la intensidad de la crisis.

De momento, nada se ha roto. Al menos en Europa, la sensación es la opuesta, más bien tirando a optimista. Las proyecciones presentadas el pasado jueves por el Banco Central Europeo reflejan una inflación bajo control como mínimo hasta 2027, y una economía libre del riesgo de la recesión, aunque con un crecimiento lejos de ser espectacular.

El desacople no ha impedido que ambos bloques ronden sus objetivos de inflación del 2%. En la zona euro se situó en mayo en el 1,9%, y en EE UU en el 2,3% en abril, el último mes disponible. La diferencia radica en las expectativas: los economistas de la Fed no descartan una recesión, y consideran que las tarifas impulsarán “notablemente” la inflación este año. “Con los aranceles y un déficit público superior, EE UU tiene mayor riesgo inflacionario, y a sus tipos les costará más caer con nitidez”, sostiene Leopoldo Torralba, economista de Arcano.

Esas peores perspectivas, unidas a una mayor seguridad jurídica frente a la incertidumbre que inspiran los cambios de opinión de Trump, han convertido a Europa en destino preferente para los inversores. Mientras Wall Street cotiza ligeramente en positivo en lo que va de año, Bolsas como la española o la alemana se anotan más de un 20% de subidas. En el mercado de divisas el panorama es similar: el euro se ha fortalecido un 10% frente al dólar. Un alza sorprendente porque la divergencia entre las políticas monetarias de EE UU y la eurozona normalmente debería conducir a un tipo de cambio del euro más débil. “El afán por vender América derivado de las erráticas políticas económicas de Trump parece ser más fuerte", concluye Carsten Brzeski, jefe de Macro de ING.

Francisco Quintana, director de estrategias de inversión del banco holandés, coincide en que ha pasado lo contrario de lo que dicen los manuales de economía: “El euro se tenía que haber metido un batacazo, y en su lugar se ha revalorizado”. Con el dólar cada vez más cuestionado como moneda de reserva, estima que el alza del euro se debe sobre todo a los deméritos del billete verde. “El euro es un beneficiado colateral que pasaba por la fiesta. Pero esto no va del euro, sino del dólar”, añade.

Para Brzeski un euro más fuerte no es lo más deseable para los Veinte, y lo sufrirán especialmente países como Alemania y Holanda, con más negocio exterior. “Si bien ayuda a reducir la inflación [al abaratar las compras de bienes que se pagan en dólares, como la energía], al mismo tiempo perjudica a las exportaciones. De hecho, la apreciación del euro desde principios de año equivale a un arancel adicional del 10% sobre las exportaciones europeas a EE UU, algo que una economía orientada a la exportación como la de la eurozona no puede digerir fácilmente”, explica. Desde el propio BCE, la alemana Isabel Schnabel, miembro del comité ejecutivo, apuntaba este sábado que sería erróneo esperar una divergencia excesiva entre la Fed y el BCE. “No esperaría un desacople sostenido”, aseguró.

Torralba, de Arcano, está de acuerdo en que Europa, por mucho que Lagarde busque ocupar los espacios que el dólar deje libres, no está del todo cómoda con un euro tan fuerte. “Pero deberá acostumbrarse, porque tiene que aumentar la demanda interna como palanca de crecimiento y reducir la dependencia externa”, advierte. Talavera, de Oxford Economics, recuerda que si se toma distancia y se mira con perspectiva histórica, “aún estamos ante un euro relativamente débil respecto al dólar”.

Quintana, de ING, encuentra otro lado positivo al creciente atractivo de Europa para los inversores. “En un momento como el actual, en el que se ha roto el equilibrio geopolítico anterior y Europa tiene que salir a financiarse porque quiere construir su sector de la defensa y nuevas infraestructuras tecnológicas que no tenía porque usaba las de sus socios, va a necesitar una barbaridad de dinero para esa expansión, y el hecho de que el dinero busque refugio en Europa le viene bien”, asegura.

Con los mercados a favor, la inflación contenida, y la política interna convertida en algo parecido a un oasis de estabilidad si se coloca frente al espejo transatlántico, Europa parece mucho más cómoda que EE UU. “Estamos bien posicionados para navegar las incertidumbres”, aseguró este jueves una Lagarde sonriente que reivindicó su autoridad portando un colgante con las palabras Al mando. Una fase muy distinta del “esperar y ver” que repitió con insistencia el cuestionado Powell en la última rueda de prensa de la Fed.

Hay analistas, sin embargo, que anticipan la llegada de un ciclo de bajadas de tipos por parte de la Fed que cierre la brecha con Europa bajo la premisa de que Trump no llevará la guerra comercial hasta sus últimas consecuencias, lo cual disipará la incertidumbre paulatinamente. Nadie lo sabe con seguridad. Los banqueros centrales manejan con soltura el lenguaje de la ambigüedad. “Desde que me convertí en presidente del banco central he aprendido a mascullar de forma incoherente. Si mis palabras les parecen excesivamente claras es porque no me han comprendido”, dijo una vez el que fuera presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan.

Sobre la firma

Álvaro Sánchez
Redactor de Economía. Ha sido corresponsal de EL PAÍS en Bruselas y colaborador de la Cadena SER en la capital comunitaria. Antes pasó por el diario mexicano El Mundo y medios locales como el Diario de Cádiz. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla y Máster de periodismo de EL PAÍS.
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