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Herrero (HP) defiende los beneficios de la IA por encima de los riesgos potenciales

La presidenta de la empresa para el Sur de Europa, Oriente Próximo y África, asegura que hay que mitigar con educación y regulación las posibles consecuencias adversas de esta tecnología

Helena Herrero, presidenta de HP Sur de Europa, Oriente Medio y África, conversa con Nuño Rodrigo, subdirector de Cinco Días y redactor jefe de mercados en EL PAÍS.
Juan Pablo Quintero

El aparato productivo español está protagonizando una transformación tan silenciosa como profunda. Ya más del 40% de los nuevos empleos que se crean en la Unión Europea nacen aquí, en un ecosistema que ha hecho de la digitalización su principal palanca de crecimiento. Pero la clave no está solo en la estrategia, sino en la capacidad de traducir esa visión tecnológica en acciones concretas. Para entender cómo la innovación empresarial se ha convertido en la columna vertebral del nuevo modelo productivo, y qué papel juega la inteligencia artificial (IA) en la redefinición del trabajo, Helena Herrero, presidenta de HP para el Sur de Europa, Oriente Medio y África, analizó la situación actual en el marco del Foro CREO 2025, organizado por Cinco Días y Prisa Media.

La IA ha dejado de ser una promesa futurista para convertirse en una realidad cotidiana. Desde los corrillos en los cafés, hasta en las juntas directivas: hoy el debate está en la calle. Surgen dudas, inquietudes, miedos…, pero también esperanza. Para Herrero, no es la primera vez que la tecnología sacude los cimientos de la sociedad: “Ha pasado con los avances mecánicos, con la energía”, recordó. La diferencia ahora, argumenta, es el alcance. “La IA es transversal y su velocidad de penetración es inédita. Ha llegado a todos los sectores, incluso al hogar”, concluyó.

Para la ejecutiva de la empresa estadounidense, la rama de lo que conocemos como IA que más impacto ha generado es la generativa. “Por primera vez, incluso las tareas intelectuales y creativas se ven afectadas, lo que ha provocado cierto desasosiego”, admite. Es una tecnología que, en palabras de Herrero, “parece superar las capacidades humanas”. Pero lejos de caer en el alarmismo, subraya su potencial transformador: “El impacto directo será en la productividad y en la forma en que cambian los modelos de negocio. Tiene un poder enorme; hay que saber aprovechar la oportunidad”, remató.

Lo que parece seguro con esta tecnología que ha comenzado a caminar es que transformará el empleo. Herrero lo resume con una fórmula clara: “Un tercio de las tareas será completamente automatizado, otro tercio será híbrido, y el último tercio seguirá siendo 100% humano”. El reto no es menor: gobiernos, empresas e individuos deben prepararse para el futuro, que ya está llamando a la puerta. La clave, insiste, está en la formación y en el uso ético de la tecnología. “Hay que conocer bien las políticas de privacidad y capacitar a las empresas para que usen esta herramienta con ética, confianza y seguridad”.

Herrero no reculó en calificar a la IA como “otro gran superpoder”. Pero, como todo poder, requiere responsabilidad: “El miedo viene del desconocimiento. Por eso hay que apostar por educar a la sociedad en los potenciales beneficios de esta novedad”. La automatización de un tercio de los empleos será un desafío, pero también una oportunidad para cerrar brechas, y no solo las individuales. “Es paradójico porque esto puede ampliar desigualdades a escala global si no se gestiona bien”, advierte. La aporía reside en que también puede ser una herramienta para reducir esas fisuras. “La IA puede democratizar el acceso a tareas que antes requerían alta especialización. Hoy, alguien sin conocimientos profundos puede programar con ayuda de estas herramientas”, comenta. Y destaca que incluso países en vías de desarrollo puede ser un catalizador de crecimiento económico y de capital social.

El impacto de la IA en el mercado laboral no es una hipótesis, sino una certeza respaldada con cifras. Herrero, citando cálculos del Fondo Monetario Internacional, destacó que de aquí a 2030 podrían desplazarse hasta 92 millones de empleos en todo el mundo por esta tecnología, mientras se prevé la creación de 172 millones de nuevos puestos de trabajo vinculados a esta revolución. El saldo neto es positivo, sí, pero para quien pierde su empleo, la transición no es una estadística: es una pérdida con impactos reales. “Casi el 40% de lo que hacemos hoy cambiará radicalmente”, advierte. La clave, por tanto, no está solo en la aritmética de esta nueva tendencia, sino de preparar a las personas para la revolución que llegado para quedarse.

La irrupción de la IA también está transformando la relación entre empresas y empleados. Ya no se trata solo de productividad o eficiencia. Los trabajadores del presente buscan algo más que un salario: propósito, desarrollo personal y bienestar. “La tecnología iguala ciertas competencias, pero lo que marcará la diferencia será el juicio crítico, la creatividad y la capacidad de las personas para encontrar sentido en lo que hacen”. En otras palabras: la IA puede automatizar tareas, pero no puede sustituir el alma del trabajo.

La relación entre empresa y empleado, en definitiva, está mutando. “Lo fundamental es tener una lógica clara sobre qué es lo humano. Se trata de que la tecnología esté al servicio de las personas, y no al revés”, afirma Herrero. “Se necesitan empleados comprometidos, que encuentren en su trabajo una fuente de satisfacción”. Y es precisamente ese compromiso el que puede disparar la productividad y, ojalá, liberar tiempo para vivir con plenitud.

Sobre la firma

Juan Pablo Quintero
Colombiano (1997). De Bogotá, con raíces caleñas. Psicólogo de la Pontificia Universidad Javeriana con experiencia en el sector de la pequeña y mediana empresa. Redactor en la sección de Economía de EL PAÍS-Cinco Días, donde cubre noticias de Mercados Financieros. Lector asiduo de Platón y Bécquer en los tiempos libres. Cursa el Máster UAM-EL PAÍS.

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